17 febrero 2023

Mi elección

 En un país en democracia los que gobiernan puede que sean malos, pero si no hay democracia los que dirigen siempre son los peores. 



16 febrero 2013

Prosa al poema que nunca me dedicaron


No surge la belleza ni el dolor cuando el poeta necesita rebuscar entre sus despojos las palabras dirigidas a una mujer que se lo merece con demasiada premeditación y ninguna alevosía. En ese lugar anida la falsedad, la comodidad de un cojín relleno con endecasílabos de patrañas. No nace el verso de la intención ni de la espera ni de la quietud de la musa buscada. Allí sólo germina la basura así como brotan las espinas en el tallo del miedo.

La estrofa más obscena explota del silencio y se adelanta a la vida como un parto prematuro. Exige de su poeta maldito las palabras encerradas durante  siglos en su escroto, esculpidas como semen desde la inevitable erección de su mente que  me escribe ya sin poder evitarme. Al soneto no le importa que su musa (yo) esté condenada al suicidio, pues le sobrepasa el deseo no correspondido, el dolor escupido con saña y odio desde su pene a su hembra, desde su mano a la mía. Jamás una llamada, una carta o una palabra de consuelo (mía) podrá llenar el vacío que mi hombre siente al vomitar desde su alma ese poema, al que sólo me queda suplicarle mis derechos de propiedad como indulto.

Al poeta nada le pido antes de su eyaculación, sólo reclamarle como epitafio ese minuto (mío) de silenciosa lascivia.

14 octubre 2009

Cuchara-das de miel

Todos hemos sentido alguna vez la necesidad de recurrir a las palabras de un sabio o de tener algún referente ante las dudas que surgen en la vida. El mío era un hombre que predicaba con el ejemplo. Rara vez me dio un consejo, aunque en muchas ocasiones trató de enseñarme a observar. Pero aquel día no estaban mis ojos predispuestos a la escucha, así que rompió su silencio conmigo.

─Se consigue mucho más con una cucharada de miel que con un tarro de hiel ─me dijo durante una tertulia de sábado, al ver mi gesto enfadado porque yo tenía que fregar los platos y mis hermanos no.

─Eso es algo obvio ─contesté─. Ya sé que se consigue más con un halago, aunque sea falso.

─No, no. Eso es halagar a los que no quieres en beneficio de tus intereses. Es fácil y poco honesto ─insistió mi padre─. Aunque no me estoy refiriendo a eso.

─¿A qué te refieres entonces? 

Ésa fue la última pregunta que le hice en relación al asunto, mientras le preparaba en la mesa su coñac sin hielo y en copa de balón, y con esa cara de poca credibilidad que sólo una hija  se atreve a mostrar a un padre, porque sabe que es el único hombre que se lo va a permitir y a perdonar. Después me fui a la cocina para terminar con mis tareas domésticas. 

Regresé al salón al cabo de media hora  ─todavía con el gesto contrariado─ y me senté en el sofá. Entonces él contestó a mi pregunta.

─En esta vida te sentirás muchas veces herida, agraviada, o injustamente tratada y la provocación llamará a tu puerta. Nos sentimos así ante las personas que nos importan y que nos quieren. Sucede que si alguien nos da igual, sus insultos también resbalan sobre nuestro ego. Al menos una vez al día sentirás ese dolor con tu hermano, con tu madre o conmigo, y cuando encuentres el amor, te ocurrirá todos los días. Ante eso, nunca demuestres con grandes discursos la razón de su agravio. Nunca grabes a fuego con tu locuacidad y cínicas palabra el error cometido. Un solo tarro de hiel, por más verdad que sea, es capaz de arrasar con todo. 

─Lo comprendo totalmente y sé que llevas razón. Pero mis hermanos no friegan ─insistí, porque era y sigo siendo así de terca.

─Llegará el día en que te morirás de ganas de estar cerca de tu hermano y comer con él, y quizá no puedas. Entonces serías capaz de lavar mil platos pensando en que alguno de ellos apareciera ─me dijo con cara de tristeza y después se durmió un rato.

Y ahora que mi referente ya no está, y que sólo me quedan sus  huellas y su recuerdo, y el amor que tengo por sus hijos, levanto mi cuchara de miel por ti, para agradecerte que son mis hermanos los que se acercan para comer hoy conmigo, y hasta se pelean entre ellos para fregar mi plato.

10 octubre 2009

Del género Homo y del orden Primate

   Lo que nos une a todos, como supervivientes de nuestra propia especie humana, es la biodiversidad.  Lo que nos divide son las etiquetas sociales.

  El género, según la taxonomía científica, es el conjunto de especies que tienen las mismas características esenciales. Por lo tanto, pertenecen a nuestro mismo género, homo,  todas las especies de neanderthal, erectus, hábilis, ergaster, sapiens y rudolfensis.  Sin embargo, la sociedad actual ha desvirtuado el amplio significado de la palabra género, con el único objetivo de limitar la libertad individual. 

    Crecí en una familia con cuatro hermanos varones. Esto me ha aportado una manera muy diversa de ver la vida. La ventaja es que me quedo con todo: tener la nevera llena de cervezas y el armario a rebosar de trapitos. Nunca me acuerdo de los cumpleaños y aniversarios de los demás, pero no soporto que se olviden del mío. Tengo la sensibilidad y el entusiasmo aleatoriamente repartidos. Exceso de imaginación o rigor, valor o miedo, según el día. 

    Si todos pertenecemos al mismo género Homo, dentro del Orden superior de los primates, no deberíamos permitir que nos dividan los conceptos inferiores, tergiversados o falsos, que tratan de imponer con algunas etiquetas sociales.